El púlpito convertido en Halloween

Church by the Glades, una megaiglesia en Florida, celebró Halloween con brujas, esqueletos y canciones seculares bajo el pretexto de atraer a nuevos fieles. El espectáculo, liderado por el pastor David Hughes, ha encendido críticas por trivializar el Evangelio y confundir adoración con entretenimiento.

Church by the Glades, una megaiglesia en Florida, celebró Halloween con brujas, esqueletos y canciones seculares bajo el pretexto de atraer a nuevos fieles. El espectáculo, liderado por el pastor David Hughes, ha encendido críticas por trivializar el Evangelio y confundir adoración con entretenimiento.


El altar se iluminó con tonos púrpura y verde neón. Brujas bailaban al ritmo de una batería ensordecedora mientras esqueletos danzantes cruzaban el escenario. No se trataba de un club nocturno ni de un desfile de disfraces, sino del servicio dominical de la megaiglesia Church by the Glades, en Coral Springs, Florida. El pastor David Hughes, sonriente y entusiasta, presentó el espectáculo de Halloween como una manera “divertida” de atraer a más asistentes. “La iglesia debería tener un show cada fin de semana”, dijo entre aplausos.

Pero la reacción no fue la esperada. Lo que Hughes llamó “innovación” fue interpretado por muchos creyentes como una distorsión peligrosa del propósito espiritual de la iglesia. La función, que incluyó una versión modificada de “Halloween House Party” con letras que evocaban zombis y conjuros, pareció borrar la frontera entre lo sagrado y lo profano. Las imágenes del evento, difundidas en redes sociales, desataron una ola de críticas desde distintos sectores cristianos, que ven en esta tendencia una alarmante banalización del Evangelio.

La escena, que recordaba más a un festival que a un culto, encarna un fenómeno cada vez más visible: congregaciones que sustituyen la predicación y la reverencia por luces, humo y coreografías. Church by the Glades ya es conocida por sus servicios extravagantes: ha montado producciones inspiradas en Willy Wonka, mezclas de Baby Shark y hasta interpretaciones de canciones de Kendrick Lamar dentro del santuario. Lo que alguna vez se justificó como “una estrategia para acercar a los jóvenes”, hoy parece más una competencia por relevancia mediática que un acto de adoración genuina.

El pastor Hughes insiste en que el espectáculo es un medio para comunicar la fe. Sin embargo, su mensaje se diluye en la teatralidad. La pregunta que muchos creyentes formulan es sencilla: ¿dónde queda Cristo cuando la iglesia se convierte en escenario? Los templos, antes espacios de recogimiento y oración, se transforman en sets de producción donde el humo de las máquinas sustituye al incienso y la emoción reemplaza la convicción.

Críticos teológicos sostienen que este tipo de prácticas erosiona la autoridad espiritual de la iglesia, transformando lo que debería ser un encuentro con Dios en una experiencia sensorial efímera. “Cuando el Evangelio se predica entre disfraces y luces de neón, el mensaje pierde peso moral”, afirmó un pastor bautista de Miami. “Lo que comenzó como creatividad se ha convertido en confusión”.

La justificación pastoral de Hughes —que Jesús estaría presente en cualquier reunión— no logra cubrir el vacío doctrinal que deja su propuesta. Si todo puede ser iglesia, ¿dónde queda la diferencia entre adoración y espectáculo? ¿Hasta qué punto la cultura moderna dicta la forma del culto, en lugar de que la fe transforme la cultura?

Mientras el escenario se desarma y las luces se apagan, la discusión apenas comienza. Para muchos creyentes, Church by the Glades ha cruzado una línea invisible, reemplazando la reverencia por el show y el mensaje del Evangelio por un eco de aplausos. Lo que debería ser un altar se ha convertido en carnaval, y lo que debería conmover el espíritu se limita a entretener los sentidos.

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