Cuando el cielo ensancha la tierra: prodigios en Casa de Dios

El congreso “Ensancha 2025” fue más que una reunión: fue una sinfonía de fe, un crisol de milagros y un río de fuego espiritual que abrazó a miles en Casa de Dios.

El congreso “Ensancha 2025” fue más que una reunión: fue una sinfonía de fe, un crisol de milagros y un río de fuego espiritual que abrazó a miles en Casa de Dios.

En Casa de Dios, del 5 al 7 de junio, no se vivió un evento, sino una invasión de lo eterno. El congreso “Ensancha 2025”, bajo el lema “Señales y prodigios”, fue una experiencia de transformación espiritual, donde miles de creyentes no solo participaron de actividades, sino que acudieron con un anhelo profundo: buscar de Dios con todo su ser, y hallarlo en medio del clamor, la adoración y la Palabra.

Durante tres días, las instalaciones de Casa de Dios se convirtieron en un epicentro de fe. Gente de todo el país —y de otras naciones— se reunió no para cumplir con una cita en el calendario, sino para tener un encuentro real con el Dios vivo. Esa fue la constante: una búsqueda intensa, colectiva, sin reservas, sin distracciones. Pastores, líderes, familias enteras se rindieron con manos alzadas y corazones abiertos. No buscaban emoción, sino dirección. No deseaban información, sino transformación. Y lo que recibieron superó expectativas.

A los treinta años de fundación del ministerio, el congreso fue una celebración que rebasó lo conmemorativo: se convirtió en un altar. El apóstol Cash Luna, anfitrión del evento junto a su esposa Sonia, lo expresó con claridad profética: “La unción no es un lujo, es una necesidad. Estamos entrando a la mejor etapa de nuestra iglesia”. La declaración no fue una consigna motivacional, sino una convicción espiritual de que Dios está respondiendo a los que le buscan con hambre verdadera.

Cada predicador trajo no solo un mensaje, sino un rema fresco. Sergio Hornung (Perú), Hernán Acosta (Argentina), Víctor Hugo (Brasil), Otoniel Font (Puerto Rico) y otros, se unieron a los anfitriones para ser instrumentos de una misma sinfonía espiritual. Fueron voces diversas que no enseñaron fórmulas, sino que encendieron fuegos. El centro no fue la elocuencia, sino la presencia de Dios.

Y si de atmósfera se trata, la adoración no fue un momento más: fue el corazón palpitante del congreso. Marco Barrientos, Danilo Montero y Miel San Marcos guiaron al pueblo no hacia un escenario, sino hacia el trono. Las canciones no se oían, se vivían. La música no era un espectáculo: era un eco del cielo. Las multitudes no solo cantaban: clamaban por más de Dios.

En paralelo, el retiro pastoral se desarrolló como un espacio íntimo y necesario para los líderes espirituales. Allí, pastores y sus familias hallaron reposo, confrontación amorosa y restauración. Cuatro tracks distintos, una sola dirección: ser renovados para seguir guiando a otros hacia Dios. El liderazgo no fue exaltado, sino ministrado.

Los prodigios, aunque muchos fueron visibles, tuvieron una marca distinta: la certeza de que Dios se hizo presente en lo cotidiano y en lo extraordinario. Hubo sanidades, sí. Pero también hubo reconciliaciones, decisiones de perdón, convicciones firmes, cadenas rotas en silencio. Porque cuando Dios se mueve, lo invisible pesa más que lo evidente.

Buscar de Dios no fue un tema, fue el latido del congreso. Cada oración, cada mensaje, cada lágrima, cada abrazo, cada paso al altar, gritaban una misma necesidad: “Queremos más de Ti”. Y esa súplica no quedó sin respuesta.

Casa de Dios fue más que un edificio: se volvió un Betel, un lugar donde Dios descendió y el pueblo subió en adoración. Ensancha 2025 fue un parteaguas espiritual. Un recordatorio de que el cielo ensancha la tierra cuando encuentra un pueblo que le busca sin reservas.

Porque hay congresos que se programan, y hay momentos que se profetizan. Este fue lo segundo. Un derrame de lo alto que marcó vidas para siempre. Porque cuando se busca de Dios de verdad… Él responde. Y responde con fuego.

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