Actriz que simuló acto sexual con un crucifijo en iglesia

La Palabra | Actriz que simuló acto sexual con un crucifijo en iglesia

Fundación de Abogados Cristianos denuncia a Ane Lindane por escarnio religioso; Iglesia y fieles reaccionan con indignación

Una escena de profundo impacto ha causado revuelo internacional: la actriz y comediante española Ane Miren Hernández, conocida artísticamente como Ane Lindane, fue denunciada por la Fundación Española de Abogados Cristianos luego de protagonizar un acto considerado blasfemo en el marco del festival Euskal Herria Zuzenean (EHZ), celebrado en Amikuze, Baja Navarra (Francia).

Según la denuncia, la artista subió al altar de una iglesia activa —no desacralizada—, donde simuló una masturbación utilizando un crucifijo, mientras decenas de personas observaban. La escena fue grabada y luego compartida por la propia actriz en sus redes sociales, donde además escribió mensajes que solo avivaron la polémica.

“Ayer di un gran monólogo en el festi Euskal Herria Zuzenean. En una iglesia sin desacralizar, 200 personas hicimos tambalear los cimientos del catolicismo a carcajada limpia. Mancillamos, blasfemamos y denunciamos los abusos sexuales de la iglesia”, escribió Ane Lindane en la plataforma X.

Una provocación directa a la fe

Para la Fundación Española de Abogados Cristianos, lo ocurrido constituye un acto de escarnio contra los sentimientos religiosos, delito contemplado en el artículo 525 del Código Penal español. Aunque la actuación se desarrolló en territorio francés, donde este tipo de acciones no están tipificadas como delito, la denuncia fue presentada como advertencia de lo que —según la fundación— podría ocurrir en España si se despenaliza el escarnio religioso.

“La actriz fue a hacerlo en Francia porque es de los pocos países europeos donde este delito no está recogido en su código penal”, afirmó Polonia Castellanos, presidenta de la organización, quien acusó a Lindane de actuar con premeditación y de buscar una plataforma para atacar directamente a la Iglesia católica.

La fundación ha recalcado que este caso no es una simple provocación artística, sino una agresión simbólica y deliberada a millones de creyentes. Aseguran que el hecho de que se haya utilizado un espacio sagrado no desacralizado acentúa aún más la gravedad del acto.

La diócesis también responde

El acto tampoco pasó desapercibido para la diócesis correspondiente en Francia, que condenó la profanación del lugar. En un comunicado, aclararon que no se solicitó autorización oficial para utilizar la iglesia, y que el sacerdote responsable del templo nunca fue informado del evento.

La autorización habría sido concedida informalmente por un sacerdote auxiliar, quien a su vez dio su consentimiento al alcalde de la comuna, sin tener conocimiento detallado del contenido del monólogo ni de las intenciones detrás de su realización.

“Ni por un segundo imaginó que semejante sacrilegio pudiera ocurrir allí”, aseguró el obispado, que exigió reparación espiritual y pidió que los fieles se unieran en oración por lo acontecido.

Libertad de expresión o ataque planificado

El caso ha reabierto el debate sobre los límites de la libertad de expresión, el uso de espacios religiosos con fines artísticos, y la vulnerabilidad legal frente a ataques simbólicos contra la fe. Mientras algunos defienden el acto como una forma de protesta o denuncia —en este caso, contra los abusos sexuales dentro de la Iglesia—, otros ven en él una intención clara de provocar e insultar a la comunidad católica.

Cabe destacar que España debate actualmente reformas legales que podrían afectar la tipificación del escarnio religioso, lo que haría más difícil sancionar actos como el de Ane Lindane si se produjeran en suelo español.

Reacciones divididas en redes

En plataformas digitales como X y TikTok, el video del acto ha generado reacciones encontradas. Algunos usuarios han respaldado a Lindane, aplaudiendo lo que consideran una «valiente crítica contra el poder eclesiástico». Pero una gran mayoría ha expresado su indignación por lo que consideran una profanación abierta y una falta de respeto hacia los creyentes.

Mientras la denuncia sigue su curso y se genera discusión en foros jurídicos y eclesiásticos, el eco de este acto continúa resonando más allá de Francia y España, evidenciando que la fe sigue siendo terreno de batalla simbólica en la cultura contemporánea.

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