¿Quién dijo que hay que elegir? Nos han hecho creer que ser madre y ser líder son caminos separados, como si uno anulara al otro.
Pero la verdad es que no dejas de ser mamá cuando lideras, ni dejas de ser líder cuando cuidas a tus hijos. Ambas facetas conviven y se fortalecen mutuamente.
Hoy más que nunca, estamos llamadas a vivir de forma auténtica y coherente. No se trata de ser perfectas, sino íntegras. Ser la misma en casa, en el trabajo, en la iglesia o frente a una cámara puede ser uno de los mayores desafíos cuando se tienen hijos.

Pero es justamente esa coherencia la que inspira en el hogar, porque “las palabras convencen, pero el ejemplo arrasa”.
Tus hijos no necesitan una madre perfecta, sino una madre presente. Que ame su llamado, que abrace sus luchas y que no esconda su fe. Lo que ven en tu vida marcará sus pasos. No importa si tu liderazgo está en lo profesional, lo empresarial o en el
ministerio: cuando tus hijos ven pasión, compromiso y verdad, aprenden a vivir con propósito.
El liderazgo no te aleja de la maternidad, la redefine. Te da herramientas, te enseña empatía, te vuelve más humana y más firme. Y la maternidad no es una pausa en el llamado, es una plataforma. Cada oración entre pañales, cada consejo en la adolescencia, cada abrazo silencioso… todo eso también es servicio.
No creas que debes elegir entre una u otra fase. Sea cual sea tu llamado, vívelo a plenitud.
Dios no llama a las mujeres a fraccionarse, sino a vivir en plenitud. Tus roles no compiten; se
complementan en Su propósito eterno.
Christine Caine