Avivamiento en prisión: 170 reclusos bautizados en Tennessee

Movimiento espiritual transforma vidas tras las rejas, con apoyo de iglesias y voluntarios

Movimiento espiritual transforma vidas tras las rejas, con apoyo de iglesias y voluntarios

Un poderoso despertar espiritual se está viviendo tras los muros de la cárcel del condado de Sumner, en Gallatin, Tennessee, donde 170 reclusos —hombres y mujeres— fueron bautizados el pasado fin de semana, declarando públicamente su fe en Jesucristo. El hecho, que representa uno de los eventos de conversión más masivos registrados en una prisión del estado, es solo una expresión más del creciente movimiento evangélico que recorre Estados Unidos.

La jornada fue organizada en conjunto por la Iglesia Long Hollow y la Primera Iglesia Bautista de Hendersonville, congregaciones que desde hace años desarrollan ministerios carcelarios en colaboración con el personal penitenciario. Esta vez, el número de participantes superó con creces cualquier antecedente, lo que fue descrito por sus organizadores como un “momento histórico” en el sistema penitenciario local.

“Aquí está ocurriendo algo único”, afirmó Jerry Scott, administrador del centro de detención. “Los reclusos están tomando decisiones genuinas que podrían cambiar el rumbo de sus vidas para siempre”.

Entre las personas que participaron en la ceremonia estuvo el capellán Bruce Raley, quien recordó que para muchos este bautismo es un momento imborrable: “Se trata de una decisión con peso eterno. Es un nuevo comienzo que no olvidarán”. Danny Spano, líder de la Iglesia Long Hollow, agregó: “Es una declaración audaz, de esas que no se hacen a la ligera. Significa comprometerse a seguir a Jesús, sin mirar atrás”.

El evento se enmarca en una serie de iniciativas cristianas que han ganado fuerza en las cárceles de Estados Unidos durante la última década, y que encuentran en ministerios como God Behind Bars (Dios tras las rejas) una estructura organizada. Fundado en 2009, este movimiento ha establecido “campus satélite” en prisiones, con el objetivo de llevar el Evangelio a quienes, por sus circunstancias legales, no pueden asistir a una iglesia.

Isaac Holt, director de innovación del ministerio, explicó que la meta es que cada preso, al salir en libertad, no solo tenga una relación personal con Dios, sino también una comunidad de fe que lo acoja y lo acompañe en su reintegración. “Muchos reclusos no tienen iglesia. Nosotros nos convertimos en esa primera iglesia para ellos”, explicó.

La Iglesia Faith Promise, ubicada en el este de Tennessee, también se ha sumado al esfuerzo, con un equipo de voluntarios que llega semanalmente a más de 500 personas privadas de libertad en distintos centros penales. Allí no solo predican, sino que también forman líderes dentro de las prisiones, establecen grupos de oración, clases bíblicas y hasta entrenan a los propios internos para que sirvan en sus unidades como mentores y evangelistas.

Lisa Cole, pastora universitaria y líder de este ministerio en cárceles, sostiene que el objetivo no es solo ofrecer salvación espiritual, sino preparar al recluso para su nueva vida tras las rejas. “Compartimos el Evangelio cada semana, pero también los animamos a tomar decisiones concretas. El bautismo es una de ellas. No es fácil declarar públicamente su fe en prisión, pero lo hacen, y eso los transforma”, señaló.

El impacto de esta labor no pasa desapercibido. El representante estatal William Lamberth celebró el evento en redes sociales, afirmando: “Me encanta todo esto y rezo para que estos nuevos cristianos salgan de la cárcel con valentía y sigan un nuevo camino en la vida”.

A la celebración también se unieron antiguos reclusos que vivieron experiencias similares. Una exinterna comentó en Facebook: “Recuerdo cuando le entregué mi vida a Jesús en ese mismo lugar. Definitivamente cambió mi vida para bien. Me alegra mucho que quienes están cambiando sus vidas lo hagan. Créanme, es posible. Soy la prueba viviente de ello”.

El bautismo de los 170 reclusos no es solo una estadística. Es, para muchos, el testimonio tangible de que el cambio sí es posible, incluso en los lugares más oscuros. Desde las celdas hasta los pasillos de las iglesias, cada testimonio suma a una narrativa más amplia: la de un renacer espiritual que avanza en Estados Unidos, no solo en universidades o playas, sino también en las cárceles. Allí, donde el encierro físico contrasta con la libertad espiritual que muchos están comenzando a vivir.

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