El que calla, otorga

Por: Marly Leonzo de Armas Por gracia, hija de Dios. En la década de los 60, Martin Luther King Jr. hizo una observación que resuena con fuerza en este tiempo: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”. Estas palabras son una reflexión aguda sobre la pasividad que,…

Por: Marly Leonzo de Armas

Por gracia, hija de Dios.

En la década de los 60, Martin Luther King Jr. hizo una observación que resuena con fuerza en este tiempo: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”. Estas palabras son una reflexión aguda sobre la pasividad que, lamentablemente, puede ser tan peligrosa como las acciones de aquellos que buscan el mal. Hoy, cuando observamos lo que ocurrió en los recientes Juegos Olímpicos celebrados en París, la otrora Ciudad de la Luz, esa voz tiene una resonancia particular.

Este evento que debía ser un símbolo de competencia sana y celebración deportiva, fue utilizado para propagar agendas que se burlan del cristianismo y promueven ideologías que distorsionan la verdad. En él se menospreció nuestra fe e impusieron luchas que despojan a las mujeres de los espacios que les pertenecen, enfrentándolas contra hombres biológicos en competencias deportivas.

Es imposible no recordar las palabras de Luther King y preguntarnos: ¿por qué guardamos silencio y no expresamos nuestra postura? El silencio de los buenos es lo que permite que el mal avance sin resistencia. ¿Por qué delegamos en otros la responsabilidad de defender lo que biológicamente es correcto o aquello en lo que creemos?

Estamos llamados a ser luz en el mundo, a ser sal de la tierra, pero si no asumimos el rol estamos dando lugar para que la siguiente mujer que pongan en riesgo en un ring de boxeo sea nuestra hija, hermana o amiga. O que la siguiente representación “artística” lleve a cerrar nuestra iglesia, tal como sucede en otros continentes donde la persecución es una realidad palpable.

Es el momento de abandonar la indiferencia y recordar que hemos sido llamados a ser testigos valientes de Su verdad, dentro y fuera de las iglesias.

No podemos seguir callando, porque en ese silencio, estamos otorgando la victoria a quienes buscan socavar la influencia del Evangelio. Debemos alzar nuestra voz, con firmeza para defender aquello en lo que creemos y para proclamar el mensaje de esperanza que solo se encuentra en Jesús.

Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen fieles a mis palabras, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres

Juan 8:31-32 NVI

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