Hay despedidas que no caben en palabras, que trascienden los gestos y los homenajes, que simplemente se sienten como un susurro divino en el corazón. Así fue el último mensaje del evangelista y cantante de gospel Jimmy Swaggart: una despedida sin multitudes, sin luces ni cámaras, pero con una eternidad de amor y fe.
Grabado en el santuario vacío del Centro de Adoración Familiar, en Baton Rouge, el video no dura más de cinco minutos, pero bastan los primeros segundos para comprender su peso. Swaggart, con 90 años a cuestas, se sienta frente a su viejo piano de cola. Las teclas no suenan todavía. El silencio lo envuelve todo. Mira a la cámara —o quizás más allá— y dice:
“Si estás viendo esto, ya estoy en casa.”
Siete palabras. Una pausa. Y el mundo se quebró en lágrimas.

No habla el predicador televisivo. Habla el esposo, el abuelo, el hombre que supo del escándalo y de la redención. El que predicó con el alma rota y las manos levantadas. El que se cayó mil veces, pero jamás se negó a volver.
“Jesús te ama. Siempre lo ha hecho. Y siempre lo hará”, afirma con la voz quebrada pero firme, en lo que él mismo define como su sermón más importante.
Sin producción, sin música de fondo, sin coros. Solo una melodía tenue, una fe desnuda, y un testamento de esperanza. Swaggart habla del pecado sin miedo, del perdón sin condiciones. Recuerda los valles oscuros, los titulares que lo condenaron, pero también la gracia que lo restauró.
“He fracasado. He caído. Pero Él me levantó. Cada vez.”
Y luego, una frase que dolió más que mil adioses:
“Dile a Frances… Estaré esperando en el río.”
Frances, su esposa de más de 70 años, aún no ha hablado al respecto. Pero amigos cercanos confirman que ella supo del video, que dio su bendición. Que entendió, mejor que nadie, que esa grabación no era solo para el público, sino también para ella.
El video culmina con una última escena que parece escrita por el cielo: Jimmy abre el piano, apoya los dedos envejecidos sobre las teclas, y toca los primeros acordes de “Jesus, Just the Mention of Your Name”, la canción que siempre dijo querer en su funeral.
Solo canta una línea:
“Todos los reyes y reinos pasarán… Pero hay algo en ese nombre.”
Luego cierra la tapa del piano. Mira hacia arriba. Y sonríe.
Ese instante —silencioso, íntimo, eterno— ha quedado grabado no solo en video, sino en los corazones de millones que alguna vez escucharon su voz, leyeron sus palabras o simplemente creyeron que Dios no se olvida de los que tropiezan.
Jimmy Swaggart ya no está entre nosotros. Pero su último mensaje no fue un adiós. Fue una invitación. Un susurro del alma. Una mano extendida desde el río donde, quizá, sigue esperando.