Enfermos terminales podrían solicitar fármacos para morir bajo ciertas condiciones
La Legislatura del estado de Nueva York aprobó una controvertida ley que permitiría a personas con enfermedades terminales optar legalmente por el suicidio asistido mediante medicamentos, si así lo desean y cumplen con los requisitos establecidos.

La medida, avalada tras intensos debates, se convierte en un hito legislativo en uno de los estados más poblados del país y ahora espera la decisión de la gobernadora Kathy Hochul, quien señaló que analizará cuidadosamente el proyecto antes de firmarlo o vetarlo.
La nueva legislación contempla que un paciente diagnosticado con una enfermedad incurable y con una expectativa de vida menor a seis meses pueda solicitar por escrito una receta médica para morir. La petición debe ser avalada por dos médicos y firmada en presencia de dos testigos, con el fin de garantizar que se trata de una decisión voluntaria y sin coacción externa.

“No se trata de acelerar la muerte, sino de poner fin al sufrimiento”, afirmó el senador estatal demócrata Brad Hoylman-Sigal, uno de los principales impulsores de la propuesta, presentada por primera vez en 2016 y que durante casi una década fue bloqueada en la Legislatura.
El Senado estatal dio su aprobación final la noche del lunes, tras horas de deliberaciones. Previamente, la Asamblea estatal había respaldado el proyecto a finales de abril. Nueva York se sumaría así a los 11 estados y el Distrito de Columbia que permiten legalmente el suicidio médicamente asistido, una política que, según defensores, otorga dignidad, autonomía y alivio a quienes se enfrentan a la agonía de una enfermedad terminal.

Corinne Carey, directora local de la organización Compassion & Choices, celebró la votación: “La opción de ayuda médica para morir proporciona alivio, permitiendo a aquellos que están muriendo vivir su tiempo de manera más plena y pacífica hasta el final”, afirmó.
Sin embargo, el avance del proyecto no estuvo exento de fuertes críticas. Diversos sectores, incluidos grupos religiosos y legisladores republicanos, manifestaron su oposición, advirtiendo que la ley podría abrir la puerta a abusos o trivializar el valor de la vida.
“No deberíamos estar en el negocio del suicidio autorizado por el estado”, sostuvo el senador estatal George Borrello. La Conferencia Católica del Estado de Nueva York, una voz influyente en el debate ético, calificó la jornada como “un día oscuro” en la historia legislativa del estado. Su director ejecutivo, Dennis Poust, enfatizó que el Estado debería enfocarse en mejorar la atención paliativa y ofrecer acompañamiento compasivo a los pacientes, en lugar de facilitar la muerte.
Más allá del debate legal, la discusión sobre el suicidio asistido toca fibras espirituales profundas. Mientras algunos celebran el derecho a elegir cómo morir, otros recuerdan que aún en el sufrimiento, muchos buscan consuelo en su fe. Para ellos, el proceso de enfrentar la muerte no es una renuncia, sino una oportunidad para encontrar sentido, reconciliación y, muchas veces, una renovada intimidad con Dios.
Las voces críticas no se limitan al ámbito religioso. Algunos médicos y bioeticistas han advertido sobre los riesgos de que esta práctica se normalice y se convierta en una “solución rápida” frente a los desafíos de ofrecer una atención médica compasiva y humana al final de la vida. También se ha señalado el peligro de que pacientes vulnerables, especialmente aquellos sin recursos o con acceso limitado a cuidados paliativos, se vean presionados —aunque sutilmente— a considerar la opción de morir.
En contraste, los defensores de la ley insisten en que las salvaguardas son sólidas, y que el proceso es riguroso y voluntario. Subrayan que no se trata de promover la muerte, sino de garantizar que quienes ya enfrentan una muerte inevitable puedan hacerlo con dignidad y control.
Ahora, toda la atención se centra en la gobernadora Hochul, cuya firma es crucial para que la ley entre en vigor. Su decisión no solo tendrá repercusiones legales, sino también morales y sociales, en un estado que ha sido históricamente un referente en debates éticos a nivel nacional.
En el fondo de esta discusión permanece una pregunta existencial: ¿Qué significa morir bien? Para algunos, la respuesta está en la autonomía. Para otros, en el acompañamiento. Pero para muchos, especialmente los que siguen buscando de Dios incluso en la agonía, la muerte no es el final, sino el umbral hacia una vida que trasciende lo visible.