Durante años, la fe cristiana pareció marchitarse en Gran Bretaña. Iglesias vacías, templos convertidos en bares, centros comunitarios o mezquitas, y una opinión pública cada vez más hostil hacia las expresiones religiosas marcaron una era de aparente decadencia espiritual. Sin embargo, algo está cambiando. Algunos ya lo llaman “avivamiento”.

En redes sociales, un hombre musulmán se grabó frente a una antigua iglesia británica afirmando: “Se les disculpará si piensan que esto es una iglesia, pero como ocurre en todo el Reino Unido, la ocupamos. Ahora es una mezquita. El cristianismo se está agotando. El islam está aquí y para quedarse”. La escena, aunque provocadora, no es aislada. Miles de templos cerraron sus puertas en las últimas décadas por la caída de fieles.
Pero la misma tierra que vio crecer al anglicanismo y ser ungidos a sus monarcas “en el nombre de Dios”, hoy parece experimentar una transformación sutil pero potente.
A pesar de que muchos creyentes británicos dicen enfrentar “hostilidad y burla” por su fe, como lo revelan encuestas recientes, varios indicadores sugieren un renovado interés por el cristianismo. El caso del veterano militar condenado por orar silenciosamente cerca de una clínica de aborto fue emblemático: activó alarmas sobre la libertad de creencias. Incluso el Ayuntamiento de Rushmoor intentó criminalizar públicamente la oración y el canto cristiano, hasta que el abogado Michael Phillips logró frenar la medida.

«Estaban prohibiendo casi todo», explicó Phillips. «El canto, la predicación callejera… Esto equivale a diezmar la libertad de expresión». Una de las voces afectadas fue la del evangelista Jamie Broadey, quien ha enfrentado reiteradas intervenciones policiales por predicar en público. “Vinieron ocho agentes por un micrófono. Pero no me detendrán”, afirmó.
Andrea Williams, de la organización Christian Concern, sostiene que este ambiente represivo ha llevado a los cristianos a ocultar su fe. “Hemos llegado al punto de avergonzarnos del evangelio y eliminar a Cristo del espacio público”, lamentó.

Y sin embargo, algo inusual está ocurriendo: las iglesias británicas reportaron asistencia récord en Semana Santa. Muchos jóvenes, sin raíces cristianas previas, están redescubriendo la fe. Justin Brierley, autor de El sorprendente renacimiento de la creencia en Dios, lo describe como “una ola de interés inesperada, especialmente entre quienes crecieron ajenos a cualquier doctrina religiosa”.
“Esta nueva generación”, explica Williams, “no sabe quién es Cristo, pero ha sufrido las consecuencias de un mundo sin referencias espirituales claras. Por eso se vuelven radicales en su búsqueda de verdad y justicia”.
Jamie Broadey, por su parte, confía en que el resurgimiento apenas comienza. “Lo siento en mis dedos. Dios está obrando. Nunca he visto tanta unidad entre las iglesias ni tanto interés por el evangelio”.
La historia podría estar repitiéndose. El escritor británico G. K. Chesterton dijo una vez: “El cristianismo ha muerto muchas veces y ha resucitado”. A juzgar por los signos actuales, Gran Bretaña está presenciando otra de esas resurrecciones.
