Pastor Makito Ruiz
Pastor de Iglesia Jehová Sama y Director de Escuela Mundial de Oración en Guatemala.

Cada año que celebramos la Pascua, vemos cómo la sociedad quiere reducir más y más el estatus de Jesús al de sencillamente una figura histórica, y no al de un Dios que está vivo.
Eso quiere decir que puede ser visto solamente a través de las páginas de la Biblia como otro personaje de un libro; que cada uno de los milagros, las sanidades, las liberaciones, las muestras de amor y misericordia, con las que dio nuevas oportunidades a las vidas, sean vistas únicamente como cosas que sucedieron en el pasado: historia únicamente.
Aunque la muerte de Jesús es un hecho histórico sin precedentes —el hecho que partió la historia de la humanidad en dos—, también fue el acto más terrible de ingratitud, engaño, corrupción y maldad en toda la historia. Pero Dios Padre logró obtener el bien más grande a partir del mal más grande: muriendo por nosotros y abriendo las puertas del cielo de par en par, resucitando a Jesús.
Por eso, cuando la resurrección se convierte en una revelación para nosotros y para la iglesia, logramos entrar en Su poder. Podemos admirar y valorar a Jesús por lo que hizo en la cruz, pero también podemos volvernos como Él y hacer lo que Él hizo.
Es por esa razón que el apóstol Pablo oró para que Su iglesia pudiera recibir espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él (Efesios 1:15-23).
Cuando pasamos del Jesús histórico al Jesús resucitado, llegamos a entender que Satanás fue derrotado, desarticulado y desarmado. Eso quiere decir que cada vez que vemos un milagro de conversión y liberación de esclavitud, se demuestra que Satanás fue vencido por la resurrección de Cristo.
Gracias a Su resurrección, tenemos la prueba de la credibilidad de que Jesús es quien dijo que era: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11:25).
Sin ella, Jesús ocuparía la misma posición que cualquier filósofo o líder religioso. Su resurrección probó que la muerte y el temor han sido vencidos.
Hoy, como iglesia de Cristo, estamos llamados a vivir como vivieron los apóstoles al principio: a dar testimonio de la resurrección del Señor Jesús. Y abundante gracia era sobre ellos. Si damos testimonio de Su resurrección, mostraremos el poder de Dios con personas salvas, señales, milagros, maravillas, prodigios, y las necesidades serán suplidas (Hechos 4:32-37).
Podremos orar por los enfermos y serán sanados. Cuando la resurrección nos es revelada, podemos creer que todo aquel que está muerto en delitos y pecados, todo aquel que hoy está inmerso en la tristeza, el desánimo, la decepción y el fracaso, puede volver a la vida por nuestras oraciones y nuestra predicación.
Oremos para que, en este tiempo, el Jesús resucitado les sea revelado —por medio de la iglesia de Cristo en Guatemala— a todos aquellos que se han quedado conociendo solo a un Jesús histórico, y que una ola de salvación, milagros y prodigios sin precedentes venga a nuestra nación por medio del poder de Su resurrección.
columna invitada