Miles de jóvenes de la Generación Z marcharon para denunciar violencia estatal, exhibición pública y descalificaciones desde las conferencias matutinas. La presidenta Claudia Sheinbaum, quien años atrás marchaba contra el gobierno, ahora aparece como responsable de la represión. Periódico La Palabra estuvo presente en México llevando información directa para Guatemala.

La marcha de la Generación Z en Ciudad de México surgió como un acto urgente, una respuesta a lo que miles de jóvenes consideran una escalada sistemática de represión impulsada desde el propio gobierno federal. Con pancartas vibrantes, consignas que mezclaban ironía y dolor, y una energía que desbordó avenidas enteras, la protesta se convirtió en un retrato incómodo para el poder: el país gobernado por una exmanifestante ahora enfrenta a los jóvenes como si fueran enemigos.
Durante la jornada, Periódico La Palabra estuvo presente documentando cada momento y verificando los testimonios de estudiantes, trabajadores precarios, artistas urbanos y activistas digitales. La presencia de nuestro medio permitió constatar de primera mano lo que en Guatemala se observa a distancia: un gobierno que en lugar de escuchar, apunta, expone y desacredita.



Los jóvenes denunciaron que en las últimas semanas fueron mencionados con nombre e imagen en las conferencias matutinas, convertidos en blanco de acusaciones sin pruebas y señalados como parte de supuestos grupos desestabilizadores. Para ellos, esa práctica constituye una forma de persecución política desde la tribuna más poderosa del país.



La contradicción histórica fue un tema recurrente en la marcha. Manifestantes recordaron que la presidenta Claudia Sheinbaum protagonizó numerosas protestas en su juventud, exigiendo justicia y denunciando abusos del gobierno de turno. Sin embargo, hoy —desde la silla presidencial— utiliza el aparato estatal para neutralizar a quienes hacen exactamente lo que ella hacía: ocupar las calles para exigir cambios.
“Antes gritaba ‘no nos callarán’. Ahora es ella quien nos intenta callar”, dijo un estudiante de ingeniería mientras sostenía un cartel que leía: ‘La represión no se justifica, venga de quien venga’. Ese sentimiento se repitió en cada cuadra.
El operativo policial desplegado durante la marcha dejó claro el giro del gobierno hacia una política de fuerza. Encapsulamientos, intimidación, golpes, cámaras vigilando cada paso de los manifestantes y advertencias para que no grabaran los abusos fueron parte del paisaje que Periódico La Palabra logró registrar. Los jóvenes afirmaron que la estrategia busca sembrar miedo y evitar futuras movilizaciones, pero advirtieron que surtirá el efecto contrario: “Nos quieren asustar, pero están creando una generación que no olvidará”, expresó una joven diseñadora.
La crítica de analistas y organizaciones acompañó la protesta. Señalan que un gobierno que expone públicamente a ciudadanos —y especialmente a menores de edad y estudiantes— erosiona las bases democráticas y normaliza una lógica punitiva donde la opinión se castiga desde el poder. El uso de conferencias matutinas como un instrumento de señalamiento directo, aseguran, rompe cualquier posibilidad de diálogo.



A pesar del clima de hostilidad, la marcha también mostró la capacidad de articulación de la Generación Z. Con redes sociales como su principal herramienta, los jóvenes han logrado organizar movimientos que desbordan cualquier estructura tradicional. Su lucha no se limita a una protesta: es un proceso continuo contra la precariedad, la desigualdad, la violencia institucional y la negación sistemática de sus voces.


La figura de la presidenta, que alguna vez representó la esperanza de una política cercana a las causas sociales, se ha transformado para muchos en el símbolo de la incoherencia. Las imágenes de Sheinbaum marchando décadas atrás circulaban en carteles y pantallas durante la protesta, recordándole al país que el poder también tiene memoria, aunque prefiera olvidarla cuando le incomoda.
Para los jóvenes, el mensaje es claro: no dejarán las calles, no aceptarán la narrativa oficial que intenta criminalizarlos y no permitirán que su futuro sea moldeado por decisiones que los excluyen.
La marcha terminó, pero la certeza compartida quedó flotando en el aire: esta generación no está dispuesta a retroceder. Y Periódico La Palabra, desde México para Guatemala, continuará documentando cada paso de esta confrontación que marca un capítulo crítico en la relación entre juventud y poder.

