La marca del diablo: el tatuaje que delató al violador de Amazon en Montecarmelo

La marca del diablo: el tatuaje que delató al violador de Amazon en Montecarmelo

El horror oculto tras un símbolo: la tragedia que estremeció a una comunidad entera

Un domingo aparentemente tranquilo se convirtió en una pesadilla para dos pequeñas y sus familias en la urbanización madrileña de Montecarmelo. El 13 de julio, a plena luz del día, un repartidor de Amazon perpetró una brutal agresión sexual contra dos niñas de cuatro y ocho años, en un suceso que sacudió los cimientos de una comunidad que, hasta entonces, se creía a salvo del horror.

La valentía de una madre y la rápida reacción vecinal impidieron que el crimen quedara impune. Una persecución improvisada —con vecinos que, aún en traje de baño, salieron a la calle sin pensarlo dos veces— culminó con la captura del agresor: un ciudadano colombiano de 27 años, antiguo agente de policía.

Pero lo que más perturbó a los investigadores fue un tatuaje en su antebrazo izquierdo: la figura de Anubis, el dios egipcio de los muertos.

Lejos de ser un simple adorno corporal, este símbolo reveló una dimensión inquietante de la psique del agresor. En la mitología egipcia, Anubis es el encargado de embalsamar los cuerpos y guiar las almas al más allá. En contextos esotéricos contemporáneos, su figura ha sido reinterpretada como un mediador entre la vida y la muerte, un “guardián de portales” que sugiere poder, control… y dominio sobre lo ajeno.

El perfil público del agresor en redes sociales presentaba una fachada de éxito: relojes costosos, vehículos de lujo, frases de autoayuda y una imagen cuidadosamente construida de superación personal. Esta dualidad —entre la apariencia de éxito y la monstruosidad interior— plantea preguntas incómodas sobre los valores que predominan hoy en día.

El caso de Montecarmelo no es solo el relato de un crimen aberrante. Es también un espejo de las contradicciones de una sociedad que ha sustituido valores sólidos por símbolos vacíos; que ha relativizado la moral mientras glorifica el culto al yo, el esoterismo, la astrología y las estéticas oscuras sin comprender sus posibles implicaciones.

Expertos en criminología advierten que los tatuajes y símbolos adoptados por algunos agresores no son casuales. Muchas veces, estas marcas revelan pulsiones internas, creencias personales o una identificación con figuras que representan poder sobre la vida, la muerte o la voluntad de otros.

Mientras tanto, las víctimas enfrentan un largo y doloroso proceso de recuperación. Psicólogos especializados en trauma infantil insisten en la necesidad de brindar apoyo integral, pues las cicatrices que deja un abuso como este no son solo físicas, sino profundamente emocionales.

El escándalo ha puesto bajo la lupa los sistemas de contratación en grandes plataformas como Amazon. ¿Qué protocolos se siguen para evaluar a quienes entran en contacto directo con los hogares? ¿Es suficiente una verificación de antecedentes?

En Montecarmelo, los vecinos ya comenzaron a organizarse: redes de vigilancia ciudadana, cámaras adicionales y reuniones comunitarias son ahora parte del paisaje cotidiano.

Pero más allá de las medidas prácticas, lo ocurrido plantea una pregunta más profunda: ¿hacia dónde se dirige nuestra sociedad? Como advirtió Vázquez de Mella, “los modernos han erigido tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias”. Esta reflexión resuena con inquietante actualidad.

Porque el mal, como demuestra este caso, no siempre se presenta con cuernos y tridente. A veces, se disfraza de rutina, de repartidor sonriente, de rostro común. Se esconde a plena vista.

El horror de Montecarmelo no debe ser olvidado. Debe ser un llamado a reforzar los mecanismos de protección, a recuperar el sentido común, y a mirar con ojos más críticos los símbolos, los discursos y las apariencias que rodean nuestra vida cotidiana.

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