Guatemala es una nación donde la falta de respeto es el pan diario, aquel usuario que ocupa el asiento especial en el transmetro, no ceder el lugar a una persona de la tercera edad o a una señora embarazada, el hecho no de respetar nuestro carril, al no respetar el paso de cebra, pasarnos en rojo, no respetamos el parqueo de personas con discapacidad o embarazadas, y así podríamos enumerar otros ejemplos, nos hemos convertido en una cultura sin valores y principios.
El respeto es una de las bases de la moral y la ética, consiste en valorar a los demás, considerar y reconocer la dignidad de cada persona como tal, es el reconocimiento de los derechos que son innatos a toda la humanidad. Sin embargo se nos nublado la mente y hemos olvidado ese principio de respeto por los demás y nos hemos puesto la venda de la intolerancia y de la violencia.
Ejemplo de ello son los constantes ataques al Presidente Jimmy Morales usualmente utilizando palabras soeces, insultos graves y hasta maldiciones para él y su familia. Ataques similares a casi todas las figuras públicas son el pan de cada día. Escudarse en el Artículo 35 de la Carta Magna, el cual garantiza la libertad de emisión del pensamiento, pilar fundamental de la democracia, es lo que muchas personas utilizan para defender su comportamiento.
Toda persona que piensa diferente se convierte en enemigo de aquel que cree tener la verdad sea el tema que sea. Se está llegando en nuestra sociedad a niveles críticos de violencia verbal y escrita. Siempre ha existido diversidad de opiniones y fricciones en nuestro mundo, sin embargo, lo que vemos hoy es bastante alarmante. Por eso, conviene preguntarnos: ¿Por qué hay tanta intolerancia en nuestra sociedad?
La intolerancia es la incapacidad para aceptar las opiniones de otros que son contrarias a las nuestras. Es necesario reconocer que todos somos diferentes. No todos compartimos la misma ideología política, social, económica o religiosa. Sin embargo, eso no nos da el derecho de agredir a las personas que difieren con nuestro punto de vista ni significa que seamos dueños de la verdad absoluta.
Por más profundo que sea nuestro desacuerdo, nunca debemos acudir a la violencia física ni verbal. Debemos controlar nuestras emociones y no dejar que éstas nos dominen a nosotros. Y aquí es, donde lamentablemente, fallan muchas personas.
Nadie tiene el derecho de maltratar ni ridiculizar a otra persona. Es importante entender que así no se comportan las personas civilizadas o inteligentes. Cuando acudimos a éstas tácticas, damos evidencia de que algo está fundamentalmente mal con nosotros
Los seres humanos somos todos distintos. Esas diferencias, deberían ser consideradas como fuentes de progreso para la humanidad, haciendo más rica y provechosa la convivencia entre hombres y mujeres.
Sin embargo, la realidad es muy diferente por una sencilla razón, el ser humano tiende a detestar a los que no son iguales a él. De ahí surge la intolerancia como problemática endémica.
El primer síntoma de la intolerancia es la falta de respeto. La consecuencia más inmediata de la intolerancia es la indiferencia, la falta de solidaridad y la discriminación dirigida hacia todos aquellos, grupos o personas, que por el simple hecho de no compartir nuestras propias ideas, de que actúen o piensen de forma diferente a nosotros sean repudiados e incluso agredidos, física o verbalmente, en los casos más extremos.
El fenómeno de la intolerancia tiene múltiples manifestaciones aunque siempre un mismo denominador común: «la elevación del «yo absoluto» como valor supremo de la propia identidad, personal o colectiva, de los propios intolerantes, dirigida contra otras etnias, contra la orientación sexual, contra las tendencias políticas, preferencias deportivas o contra las creencias religiosas de sus oponentes a los cuales despoja de todo derecho universal al considerarlos diferentes a él».
Una sociedad debe edificarse sobre la idea de tolerancia para contribuir a la humanización, para lograr que todos los hombres y mujeres puedan ser verdaderamente humanos, libres y capaces de decidir por sí mismos.
Tolerar supone, ante todo, apreciar la naturaleza del diálogo y de la comunicación como intercambio entre seres racionales que descubren la verdad conjuntamente, y no de manera aislada, asumiendo el principio del respeto a lo diferente, al que piensa de otra manera o al que profesa un credo distinto, frente a todo tipo de fanatismo y de autoritarismo.
La intolerancia no es un fenómeno genético, no se nace intolerante o tolerante, sino que estos comportamientos son aprendidos socialmente mediando instrucción explícita o a través de experiencias vividas. Es, entonces un producto de la socialización del individuo.
La violencia es el resultado más inmediato y palpable de la intolerancia.
La educación es una de las armas más poderosas contra la intolerancia, debemos dejar de ser hipócritas y que toda la sociedad reconozca que es intolerante ya que este es el primer paso para erradicar la intolerancia. La igualdad de oportunidades y la necesaria empatía para alcanzar esta meta.
Las redes sociales campo de batalla virtual

Así como estas plataformas ayudan a la libre expresión de sus usuarios, también son espacios para la discriminación y la generación de discursos de odio y violencia en la sociedad.
Hoy en día las redes sociales son espacios para la expresión de los seres humanos, son lugares de encuentro y socialización, pero también son espacios para que estos discursos de intolerancia crezcan. En estas plataformas se comparte varios aspectos relacionados con la vida pública y privada de las personas y a diario se publica un gran flujo de información que hace muchos años atrás, era reservado en un círculo más cercano.
Es lamentable ver cómo en los últimos años a medida que el internet se vuelve más accesible y bajo el lema de ser un” medio democrático”, se ha convertido en un entorno para el insulto la intolerancia y el irrespeto. ¿Dónde quedó la tolerancia hacia quien piensa distinto a nosotros?
En las redes sociales y medios escritos del país, encontramos cada vez más una enorme cantidad de comentarios que rayan o se exceden en insultos, amenazas, falta de respeto e intolerancia.
Es impresionante la cantidad de perfiles falsos en las redes sociales que se abren con el ánimo de generar escándalo y de llamar la atención a través de palabras soeces, cuando lo único que generan son discusiones sin fin, insultos al por mayor y personas ofendidas. Las redes sociales podrían ser un arma poderosa de transformación, de discusiones con argumentos, generadora de ideas que podrían convertirse en soluciones a problemas, pero parece que nos quedamos solo en la crítica. Critica sin sentido, sin propuestas. El que no comparte las mismas creencias religiosas, partido político o X o Y equipo de futbol es insultado sin piedad.
En conclusión
Guatemala pasa por un momento en el que la violencia es algo de todos los días ¿Por qué seguirla cultivando con argumentos llenos de odio, resentimiento y discriminación que como respuesta solo trae ultrajes y enojos? Las redes sociales son libres, se pueden exponer ideas y comentar, siempre y cuando sea dentro del respeto y la tolerancia hacia los demás. Crear una sociedad propositiva es una tarea de todos los que comparten ese espacio, valorar las opiniones de los demás, reclamar derechos y cumplir deberes deben ser también parte de la actividad en la comunidad virtual.
Luchar con argumentos es un derecho, respetar a los demás es un deber. Aceptar las críticas constructivas y dejar al lado los insultos para crear verdaderos debates podría ser la solución a muchos problemas. El peligro de esta supuesta libre expresión es que se cae en el insulto, en el odio por el punto de vista de alguien sobre su manera de ver el mundo.