Pastora Dra.
Mayra de Gómez
Ministerios «Delicados Pastos»
En la Biblia encontramos historias de mujeres «determinadas a recibir un trato justo». De igual manera hoy, nosotras las mujeres «deseamos lo mismo». ¿Qué opina Dios al respecto? Dios al crear al hombre y a la mujer, determinó un trato justo para ambos. Ambos creados a su semejanza, ambos recibieron la misma bendición ¡Quiero que se reproduzcan, quiero que se multipliquen, quiero que llenen la tierra y que la pongan bajo su dominio! Pero…desde la caída del ser humano, en el huerto del Edén, Adán y Eva dejaron de ser «complemento» (condición de inocencia) para pasar a ser «diferencia» (condición de pecado).
La inocencia significaba «libres de culpa» al contrario de «pecado» que significaba «con malicia», con pensamientos, palabras y acciones que iban contra la voluntad de Dios.
A partir de ese momento de maldición…la condición de la mujer, cambió. ¡Toda mala decisión, tiene consecuencias! Y Dios le dijo a la mujer: «cuando tengas tus hijos, ¡haré que los tengas con muchos dolores! A pesar de todo, desearás tener hijos con tu esposo, y él será quién te domine».
Efectivamente la humanidad se reprodujo, se multiplicó y ha dominado la tierra. Y desde la antigüedad se formaron clanes (grupos de personas unidas por lazos de parentesco y ascendencia; descendientes de un ancestro común), con sus propias leyes. Y más adelantes sociedades; en donde la historia ha marcado claramente que «la mujer» ha sido «dominada» «sujetada» «sometida» y ¡esa es la lucha! Sin embargo es ¡liberador! Tener el conocimiento de la obra que Jesucristo hizo en la cruz del calvario en favor de nuestra «condición de mujeres». Gálatas 3:28 «Así que no importa si son judíos o no lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. ¡Si están unidos a Jesucristo, todos son iguales! Jesucristo trae la restitución, el restablecimiento o recuperación de la posición que la mujer tenía antes del «pecado de la desobediencia», allá en el huerto del Edén.
Por todo lo anterior, me parece interesante que en esta oportunidad, dialoguemos acerca de una mujer que se determinó a recibir un trato justo. Esta es la historia de Tamar (Génesis 38). Judá (el cuarto hijo de Jacob y Lea) se aparta de su familia y se va a vivir a Adulam. Allá se casa con una cananea llamada Súa, con la que tuvo tres hijos (Er, Onan y Selá). Judá casa a Er con Tamar; pero Er era un hombre malvado, por lo que Dios le quita la vida. Onan el segundo hijo de Judá tuvo que casarse con Tamar para cumplir «la ley de levirato» y dar hijos a nombre de su hermano mayor Er. Onan no quiso tener hijos con Tamar, por lo que también Dios le quita la vida. Judá engaña a Tamar y le dice que regrese con su familia y espere que Selá crezca para que se case con ella y le de descendencia.
¿Qué significaba la ley de levirato? Era una ley de la época patriarcal que prevenía que una mujer casada, cuyo marido muriera sin dejar descendencia, se casara con un hermano o pariente cercano del difunto para poder engendrar. Ese niño sería considerado hijo del muerto, para preservar la herencia y memoria del difunto. Aseguraba el futuro socioeconómico de la viuda, que no podía heredar directamente, sino solo a través del hijo.
Tamar se dio cuenta que Selá había crecido y no se le había dado por esposo. Escucha que su suegro Judá había quedado viudo y que iba camino a Timnat. Por lo que se pone velos en la cara y se sienta a la orilla del camino. Judá se acerca a ella, teniéndola por prostituta y tiene relaciones sexuales con ella, quedando Tamar embarazada de su suegro. Judá le deja como prenda su sello con todo y cordón, y su vara. Al tiempo van y le dicen a Judá que Tamar está embarazada. Él pidió que la sacaran y la apedrearan por adultera. Sin embargo ella envía los objetos que tenía de Judá y dice: el dueño de estos objetos es el padre de mi hijo. Judá la perdona, porque se da cuenta que no la ha tratado con justicia y sin embargo nunca jamás volvió a tomarla como mujer. Tuvieron mellizos: Fares y Zérah.
Tamar en todo momento, luchó por asegurarse su dignificación, como esposa, como madre, como heredera. Ella estuvo siempre a merced de las decisiones de los varones. Su primer esposo era un hombre malvado… ¡cuánto ha de haber sufrido a su lado!… el segundo, la despreciaba por que no la amaba, estaba con ella por obligación; regresa al lado de su familia, la cual ya no era su familia; ella representaba una carga para ellos. El suegro no tenía intenciones de redimirla por lo que ella tuvo que actuar. Dios no le da un hijo, sino dos hijos: Fares «¡Vaya, te abriste paso!» Y Zérah «aurora».
En conclusión: aunque «la lucha feminista» ha tenido su propia historia y ha logrado la presencia femenina en todos los roles de la sociedad. Nosotras no encajamos en esa denominación de «feministas» porque nosotras hemos sido restituidas en nuestro diseño divino…. ¡Para ser de bendición en cualquier papel que desempeñemos en esta sociedad!